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Llegan los españoles al Cusco el 15 de noviembre de 1533 y de inmediato improvisan una pequeña capilla para celebrar sus misas cotidianas, no podían, prescindirlas, eligieron sitio, que correspondió a donde ahora está la iglesia del Triunfo, en un ángulo de la gran plaza incaica. La capilla era mejorada poco a poco en cuanto a amplitud y calidad arquitectónica hasta convertirse en iglesia mayor por categoría y ubicación. Eran los primeros tiempos de la colonización.
La primitiva Iglesia mayor es convertida en Catedral, mediante Bula de creación, expedida por el Papa Paulo III, en el Consistorio celebrado en Roma el 13 de enero de 1536 y precolonizó al dominico Vicente Valverde como a su primer obispo. Fue el primer obispado del Perú. Valerde estuvo en Europa, en junio de 1538 volvió al Cusco ya como obispo, tomó posesión personal del cargo y erigió la Catedral el 5 de septiembre del mismo año mediante auto de Erección de la misma fecha. Por este mismo año debió demolerse la primera iglesia y en el mismo sitio construirse otra, correspondiente a la primera Catedral.
La primera piedra para la definida Catedral. Se vio por conveniente edificar otra Catedral definitiva, que fuera compatible en volumen, amplitud y prestancia arquitectónica con la gran ciudad que fuera capital del tahuantinsuyo; la que existía estaba ubicada en una esquina, la nueva debía presidir todo el ámbito de la enorme plaza; fueron varios los proyectos, al fin se acordó construir el gran edificio, en el sitio que ocupara el palacio del inca Huiracocha, llamado Kiswar Kancha, era espacio ventral dominante por su ligera mayor altitud sobre la plaza principal, allí donde efectivamente hoy está la Catedral. La primera piedra fue puesta el lunes 11 de marzo de 1560, por el chantre Fernando Arias en representación del Señor Obispo, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción. |
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Estreno y bendición de la nueva Catedral. El soberbio edificio catedralicio fue concluido tras largos 94 años, en julio de 1654, aunque debieron quedar sin cerrar las bóvedas de las torres para instalar las campanas, el viernes 14 de agosto de 1654, en el curso de una solemne misa se procedió a la bendición de la nueva Catedral, (a los cuatro años y meses de ocurrido el terremoto) por el Dr. Pedro de Ortega y Sotomayor, onceno obispo de la diócesis, siendo corregidor del Cusco el Caballero de la Orden de Calatrava Don José Idiáquez Isasi, oportunidad en que las imágenes de la antigua Catedral fueron trasladadas a sus nuevas ubicaciones en la flamante Catedral.
El terremoto que afectó a la región y ciudad del Cusco, ocurrió el 31 de marzo de 1650, más o menos a la una y media de la tarde, duró más de credos rezados. Los templos, capillas y casas se vinieron por tierra, muchos fueron los muertos y más aun los heridos; la gente lloraba buscando entre las ruinas a los suyos. Los temblores se repitieron hasta el 24 de noviembre del mismo año, y según otras versiones hasta mucho después; es así que en el libro del Cabildo de la cuidad del Cusco aparece consignado que desde el día del primer movimiento telúrico al dos de mayo del siguiente año se produjeron 226 temblores. Felizmente, la Catedral que ya se concluía sufrió poco daño que pronto fue reparado. A la sazón era Obispo del Cusco Monseñor Juan Alonso Ocón, que se hallaba en la ciudad de Lima, y Virrey del Perú era el Conde de Salvatierra.
Ocurrido el terremoto del Cusco, los oficios divinos señalados por la liturgia se dieron a raudales, misas, oraciones, penitencias, confesiones públicas y otras. Las imágenes de la antigua Catedral, una a una, cada corto tiempo fueron sacadas en hombros de arrepentidos feligreses, que pedían demencia, pero la ira del cielo proseguía, hasta que la desconsolada población y los religiosos optaron como último recurso, dirigir sus oraciones y plegarias al Señor de la Buena Muerte, que puesto en la plaza fue adorado, le lloraron reiteradamente y se produjo el milagro, los temblores cesaron. Desde entonces la imagen fue nombrada como el Señor de los Temblores. |
Desde la cesación de los sacudones telúricos, el Señor de los Temblores salía en procesión en cada aniversario del terremoto salía en procesión en cada aniversario del terremoto, es decir, cada 31 de marzo. Disposiciones posteriores definieron que la procesión fuera cada Lunes Santo, lo que esta en vigencia.
La milagrosa imagen del Señor de los Temblores es engalanada cada año al salir del recinto catedralicio con las bellas flores nativas y silvestres, de color rojo intenso, el ñ’ucchu (salvia biflora y/o salvia histella). A partir de las 3 de la tarde se realiza el recorrido acompañado de apretujada multitud precedida por todas las autoridades. Las gentes confluyen desde lejanas provincias a recibir la santa bendición del Patrón Jurado de la Ciudad; es el Dios que convoca multitudes y llena de esperanza los corazones; en su recorrido llega a los templos de Santa Teresa y la Merced y, al concluir el crepúsculo vespertino cuando las sombras se han enseñoreado, pasa por adelante del templo de la Compañía de Jesús; finalmente con paso lento y reverente solemnidad impresa por los cargadores retorna al atrio de la Catedral. El ámbito está repleto de decenas de miles de compungidos fieles, los vehículos de bomberos y policías están convenientemente ubicados. El silencio es sepulcral, las gentes apenas respiran con unción que llega al paroxismo. Luego las campanas menores gimen con espaciado tañido melancólico que angustia más el ambiente.
Son las siete de la noche del Lunes Santo, el Señor ya está delante de la Catedral, va imponer su bendición, la masa humana prorrumpe en lastimeros gemidos y de rodillas implora el perdón de sus pecados. La campana mayor de la ciudad inunda el horizonte con su bronco y doloroso gooonnn… gooonnn… conmoviendo en lontananza cumbres laderas andinas, la multitud postrata de hinojos llora en un raro ensimismamiento místico, el ulular de las sirenas de los vehículos desgarra las almas, los comuneros llegados de las alturas del pueblo de Pisac, hinchan los carrillos soplando sus pututos con inusual energía, la plaza es un solo alarido que estremece las entrañas de la Tierra. La imagen está dando la bendición con sus movimientos hacia delante, luego sobre su derecha y después a la izquierda, son minutos inenarrables. El Señor ingresa de espaldas a la Catedral y tras él se cierran las puertas.
Victor Angles Vargas |
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